“(...) He tenido ocasión
de observar muchas veces cómo poderosas organizaciones con una poderosa prensa
se hicieron añicos bajo el impacto de los acontecimientos, y cómo, por el
contrario, pequeñas organizaciones con una prensa técnicamente débil se
transformaron en corto tiempo en fuerzas históricas”. León Trotsky
Sin comprender, cabalmente, lo que es una Revolución, será
difícil comprender la dialéctica de sus tareas comunicacionales. No hay práctica correcta sin teoría correcta.
Una situación revolucionaria tiene sus contenidos propios, sus ritmos y sus
prioridades determinadas por la fuerza, y los avances, que la clase trabajadora
conquista para expropiar el poder a la burguesía. Las tareas comunicacionales
revolucionarias no pueden provenir de la pura subjetividad, opinológica, de
algunos “iluminados”, las prioridades derivan de las necesidades objetivas de
cada frente en combate contra el capitalismo. Los contenidos, nuestros, emergen
de la lucha de clases. No la esconden.
Esas necesidades se detectan democráticamente y se toma en
cuenta lo concreto, tanto como lo subjetivo, con el propósito revolucionario de
que la verdad sirva para elevar el nivel de la conciencia, para perfeccionar la
lucha y para garantizar el triunfo de la revolución permanente. En una
situación de claro enfrentamiento de clases, en la que la disputa no admite
eufemismos, y es contundente la evidencia de una guerra, los medios de
comunicación revolucionarios tienen un papel supremo como herramientas organizadoras
para ayudar a multiplicar las fuerzas revolucionarias a partir de poner en
común un programa de acción emancipador. No se puede desperdiciar recurso
alguno. No se puede perder un minuto. Las mejores ideas son las ideas
emancipadoras.
No son pocos los que se apresuran para erigirse en intermediarios
mesiánicos, dispuestos a reescribir los mandamientos del reformismo,
aprovechándose de los medios de comunicación. Hay que estar alertas, los
reformistas son un veneno camaleónico que se escurre sigiloso en no pocos
espacios. Algunos se disfrazan de “doctos” y van por el mundo pontificando un
saber “revolucionario” sacado de su saliva (o de algunos manuales de élite
burguesa). No faltan los envidiosos, los mediocres, los petulantes ni los
traidores que se infiltran en los frentes revolucionarios para sembrar
confusión mientras ordeñan alguna prebenda o canonjía ganada con trampas. Es
preciso ser muy cauteloso. Todo lo que no ayuda a garantizar, acelerar y
profundizar la Revolución, en el corto, en el mediano y en el largo plazo… debe
ser sometido a discusión abierta. Por todos los medios. Ese es un repertorio de
contenidos inexcusable.
Es indispensable ensayar todos los lenguajes necesarios para
hacer visibles y palpables los triunfos de la revolución que son la fuente
primordial de la fortaleza moral. Con alegría, con humor, con imaginación revolucionarios
para no repetir el discurso acartonado del patrón burgués. Es indispensable
comunicar los problemas, armados con la autocrítica más proactiva y con los
programas de avance más consensuados. Es vital elevar la moral y la ética
revolucionaria. Enriquecer las responsabilidades y asegurar la creatividad para
ganar el territorio de los contenidos, vitalizar la experimentación de las
formas y amplificar la recepción con retroalimentación dialéctica. No hay
tiempo que perder. Los contenidos emancipadores exigen su lugar en la batalla
de las ideas.
Algunos objetan a cierta comunicación revolucionaria por
“oficialista”. Creen que algunos medios revolucionarios se exceden en las
tareas de “propaganda” y se olvidan de las tareas de la autocrítica. Es un
debate valioso que no puede quedarse en un diálogo de sordos y si, por el contrario,
debe constituirse en una herramienta, de debate y de trabajo, abierta
constante. Pero no confundir el concepto burgués de “propaganda” con la
urgencia revolucionaria de hacer visibles nuestros logros para fortalecer la
moral de combate. Ningún evangelio publicitario burgués va a silenciarnos por más
científico o santo que se auto proclame. Los contenidos de la comunicación
revolucionaria son logros conceptuales cuya misión, además de elevar el nivel
de conciencia, radica en multiplicarse dialécticamente. Y eso requiere redes y
sistematización planificadas.
La batalla de la comunicación Revolucionaria se da, en una de
sus fases, principalmente contra la ideología de la clase dominante que ha
hecho metástasis en todo el tejido de las relaciones sociales. Es una lucha muy
difícil que no admite reposo. La encontramos hasta en la sopa. La vemos en
nuestros gustos y en nuestras creencias, está en la educación y en la cultura,
está en las tradiciones y en las imaginaciones. El capitalismo a inoculado con
su plasma ideológico incluso el pensamiento de su sepulturero para convencerlo
que lamente la hora en que se verdugo muera. Eso se llama enajenación y se ha
convertido, incluso, en un gran negocio. Terrible problema. Pero la parte más
ardua es la revolución creadora que debe contribuir a fundar un nuevo universo
de ideas, emociones, entusiasmos y moral… emancipadas y emancipadoras. Y en ese
marco una de las tareas más arduas, y más postergadas, ha sido la Revolución de
los Contenidos.
Nuestras luchas comuncacionales son asimétricas. Nos falta
capacitación, nos falta organización y nos falta unidad. Tenemos claro quién es
el enemigo de clase, sabemos el daño que nos ha causado, sabemos que debe ser
expropiado y derrotado y sabemos que no podemos perder la batalla
comunicacional. Sabemos que ésta lucha debe darse de manera internacionalista.
Sabemos que a los trabajadores sólo lo salvarán los trabajadores. Sabemos mucho
y hemos hecho muy poco. Por ahora. ¿Por qué no hemos logrado vencerlos ya, si
somos la mayoría? Porque, en materia de comunicación, también hay que emancipar
a los emancipadores. Esa es una tarea con prioridad número uno. Manos a la
obra. No sería un mal ejercicio que todos los días, ordenadamente, cada
revolucionario asuma su responsabilidad socialista de difundir 10 noticias con
los logros de la Revolución. Logros de la clase trabajadora. Hay que
convertirnos en combatientes comunicacionales diariamente. Ojo con los
contenidos. No dejemos que el enemigo de clase nos maneje la agenda.
Retomado de Artículo de Dicho Autor Publicado en www.aporrea.org
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